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En este mundo hay más cosas de las que se perciben con nuestros sentidos


¿Sufrimos más de lo necesario?



Si nos preguntamos si sufrimos más de lo necesario, habría primero, que definir ese -lo necesario-. Cuando decimos lo necesario es porque en alguna medida sabemos cuantificar ese sufrimiento. Si usted piensa que está sufriendo más de lo necesario, lo más probable es que tenga razón, de todas formas, en la segunda parte de este archivo mostraré la mejor manera de aprender a valorar el sufrimiento.

Ahora entramos ya en dos palabras, una es preocupación y la otra angustia. La primera es más leve, la segunda más temible. La preocupación es una relación simbiótica entre la mente y las emociones, en este caso desagradables, ya que todos estamos de acuerdo en que estar preocupado no es un estado anímico recomendable. La preocupación no es en todos los casos señal de que algo real esté pasando o vaya a pasar, eso sería la certeza. Con esto vemos que la preocupación tiene dos vertientes, el miedo y el futuro o si prefieren, miedo a un acontecimiento futuro. Cuando esta preocupación aumenta se le denomina angustia. Si ahora valoramos nuestro problema y vemos que vale 20, resulta que la preocupación y la angustia suben su valor, en algunos casos por encima de lo que objetivamente vale en sí mismo el suceso. Hasta se puede dar el caso, como se verá más adelante, de que no exista ningún evento desagradable.

Con lo descrito se puede afirmar que en general, se tiende a sufrir más de lo necesario, por este motivo voy a indicar una forma distinta de enfocar los problemas cuya finalidad es poder aprender de nuestro sufrimiento.


Actitud inteligente

Usemos nuestra inteligencia para evitarnos disgustos innecesarios o sufrimientos excesivos, para ello vamos a formularnos unas preguntas.

  1. ¿Cuál es la causa de la preocupación y angustia?.

  2. ¿La preocupación y angustia solucionan nuestros problemas?.

Respuestas

El miedo es causa de preocupación y angustia, además no soluciona los problemas.

El primer paso ya lo hemos dado, ahora no vamos a caer y nunca mejor dicho lo de caer, en negligencia, como el chiste aquel de un hombre que se cayó de un edificio muy alto y según le veían los que estaban asomados a la ventana, les decía: Por ahora todo va bien. Esto sería irresponsabilidad o estupidez, claro que, si a este chiste le añadimos un paracaídas en la espalda del que cae, resulta que ya toma otro cariz y nos presenta a un hombre precavido. Esto es lo que debemos hacer, cambiar la preocupación por precaución. Adelantarnos a las situaciones desagradables para impedirlas o minimizarlas, es un acto inteligente y que en sí mismo no produce malestar, como sucede con la preocupación.

Una actitud inteligente es no permitir que el miedo entre en nuestra vida, pues, si lo hace, ésta ya no nos pertenecerá. A esto se le suma que el factor miedo es un elemento sustrayente dentro de la valoración de un problema. El temor resta posibilidades a nuestra manera de planificar o actuar, esto se debe a que el miedo desactiva todos los canales que se relacionan con el objeto temido y precisamente son esos canales los que nos darían la clave para solucionar nuestro problema. Es algo parecido a ese hombre que se perdió en el desierto, tenía mucha sed y paradógicamente conocía dónde estaban los pozos con agua, pero, no iba a ninguno, porque en una ocasión bebió agua contaminada. Esto demuestra que el miedo nos hace perder claridad mental

El temor también es responsable del pesimismo, el cual, acorta el número de posibilidades reales por pérdida de objetividad al ver un lado de la vida más desagradable o conflictivo de lo que es. Tampoco crean ustedes que el optimismo, tan en boca de todos, es mejor, es igual de nefasto, cualquier persona que vaya por la vida creyendo que todo le va a salir bien, caerá por falta de precaución.


Tres ejemplos de actitud inteligente.

Primer caso. Un problema imaginario. Una persona sufre por creer que una desgracia está a punto de sucederle, no sabe cuando y por eso la preocupación se convierte en angustia.

Ahora vamos a utilizar lo que ya hemos descrito, una actitud inteligente, por lo tanto, también nuestras preguntas lo serán.

¿Qué pruebas tenemos de que una desgracia se cierne sobre nosotros?. La respuesta inteligente es ninguna, sin embargo, estamos sufriendo y esta amargura carece de objetivo real. Por este motivo la siguiente pregunta debe ser esta: ¿Estoy sufriendo por algo inexistente?. La respuesta inteligente es que sí. A partir de ahí podremos encarrilar la vida y no sufrir más de lo necesario.


Segundo caso. Una persona sufre por un suceso desagradable que tiene posibilidades de aparecer. Aquí vamos a utilizar la magia de una simple palabra, que es esta: Ahora. Debemos preguntarnos ¿Cómo nos sentiríamos ahora sin la sombra de esa desgracia?. Está claro que nos encontraríamos mejor. Sigamos con las preguntas. ¿Sabemos con certeza que el evento temido aparecerá en nuestra vida?. No, no tenemos absoluta certeza. Pensemos en el ahora y veremos que sin esa preocupación estaríamos más a gusto en nosotros mismos. Como no podemos conocer el futuro, bien podría ser que tal suceso no se presente, debido a esto, lo inteligente será tomar precauciones para evitar su aparición. Dejemos este ahora que nos brinda la vida, limpio de temores y vivamos felices su momento.


Tercer caso. Un suceso irreversible viene hacia nosotros. ¿Podemos evitarlo?. No, no podemos. ¿Como nos encontraríamos ahora si ese suceso no viniese hacia nosotros?. Bien. Pues, no dejemos que un suceso futuro enturbie nuestro presente. Cuando suceda el desenlace buscaremos la mejor manera de adaptarnos para sufrir lo justo.

 

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Adolfo Cabañero

Psicopedagogo y profesor de yoga

 

 



 

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